Entendemos que escribir es un acto pecaminoso.
-Augusto Monterroso-

viernes, 21 de mayo de 2010

Danza de Sísifo

Sólo lo difícil es estimulante.
—José Lezama Lima—

Pero está claro que nuestro deber es atenernos a lo que es arduo y difícil. Todo cuanto vive se atiene a ello. Todo en la naturaleza crece y lucha a su manera y constituye por sí mismo algo propio, procurando serlo a toda costa y en contra de todo lo que se le oponga. Poca cosa sabemos. Pero que siempre debemos atenernos a lo difícil es una certeza que nunca nos abandonará.
—Rainer María Rilke—

Lleva cuatro horas escuchando el canto de la primavera en la noche de los pájaros. Está mirando un punto fijo de la oscuridad que llena el horizonte, a través de la ventana. En algún momento ha tomado notas en el papel que, ahora, derrama sus esquinas en el suelo. Ha escrito: «esta oscuridad es una leche que alimenta mi duda». Ha escrito: «todo a esta hora me resulta ajeno». Ha escrito: «tengo miedo de seguir ahondando en mis razones porque es posible que no encuentre ninguna. Ha escrito: «¿en qué creo?», antes de soltar el bolígrafo y detenerse en esa mancha de luz que tiembla en la superficie del río, no el de Heráclito, o tal vez sí, un río literario, un río vivo, un río cualquiera.

Tisbea. —Estoy pensando con los labios apretados pero sé que tú puedes escucharme.
La muñeca de papel. —¿Por qué lo sabes?
Tisbea. —Porque sueles caminar, como una hormiga exploradora de dendritas, sendero adentro por el caracol del oído. ¿Encuentras algo de valor?
La muñeca de papel. —Todavía no estoy segura. Tu armario neuronal está en desorden. Has llenado el cajón con ideas extrañas. Aquí dice: «el vigor verdadero / reside en la cabeza», firmado Vicente Huidobro.
Tisbea. —Creo que no estuve de acuerdo, pero igual la guardé.
La muñeca de papel. —Hay cosas divertidísimas. Escucha: «Nada tiene que ver el dolor con el dolor», firmado Enrique Lihn. O esta: «Yo digo una cosa por otra», firmado Nicanor Parra.
Tisbea. —Creo que no estuve de acuerdo, aunque igual las guardé.
La muñeca de papel. —¿Qué te parece esta otra?: «El tiempo es lo que pasa cuando nada más pasa», firmado Richard Feynman. ¿Y esta?: «el electrón es un punto y un punto es una abstracción matemática. El electrón existe. Tiene carga pero no tiene extensión espacial», firmado Física cuántica; nota tomada en las laboriosas clases de los números que te hacían soñar que el universo era tan perfecto como el misterio de los números primos…
Tisbea. —¡Basta, Cataluna! Déjame, por favor, sumergirme en la inercia de la noche láctea. Deja de abrir cajones. No encontrarás lo que buscas.
La muñeca de papel. —Te equivocas. Aquí hay algo firmado por ti: «Tengo frío», firmado por Tisbea en la noche del lunes, en la noche del martes, en la noche del miércoles, en la del jueves, en la del viernes…
Tisbea. —Siempre tengo frío.
La muñeca de papel. —Al menos eso te salva de ser exactamente igual que un fichero de citas. Aunque los ficheros deben morirse de frío, los pobres.
Tisbea. —Muchas gracias.

Ahora parece estar hablando sola. La mujer-objeto-de-estudio ha arrugado el entrecejo antes de enfocar su mirada en un punto indeterminado sobre la pata de la cama. Ya no mira hacia la oscuridad de la noche y sus ojos delatan un cansancio sobrecogedor. Su cuerpo, inclinado hacia delante, expresa la fallida intención de ponerse en pie para aliviar la tensión. Ese gesto del rostro, esa postura del cuerpo, advierten sobre la incomodidad que campea, a sus anchas, por todas las esquinas de su sistema nervioso.

La muñeca de papel. —¿Por qué tienes miedo?
Tisbea. —Te he pedido que me dejes en paz. Estoy cansada de este diálogo a una sola voz. ¿Qué quieres?
La muñeca de papel. —Insistiré hasta obligarte a contestarme.
Tisbea. —Tengo miedo de seguir ahondando en mis razones porque es posible que no encuentre ninguna.
La muñeca de papel. —¿Motivos? ¿Por qué necesitas motivos?
Tisbea. —¿Alguna vez te has despertado sin ganas de levantarte de la cama, sintiéndote hastiada de la repetición?
La muñeca de papel. —No. Mira, aquí encontré un papel divertidísimo: «Es tan corto el amor y es tan largo el olvido», firmado Pablo Neruda. (Risas). Ahora comprendo.
Tisbea. —¿Te callarás de una vez? Al menos podrías reírte de mí sin hacer tantos aspavientos. ¿Qué es lo que comprendes?
La muñeca de papel. —No hay nada en este fichero que te pertenezca. Aquí sólo hay frases hechas, lugares comunes, palabras que otros dijeron. ¿En dónde estás tú?
Tisbea. —No entiendo la pregunta.
La muñeca de papel. —¿En qué crees?
Tisbea. —No entiendo la pregunta.
La muñeca de papel. —¿Qué es lo que das por verdadero?
Tisbea. —Sigo sin comprender.
La muñeca de papel. —¿Quién eres?
Tisbea. —¿Cómo?
La muñeca de papel. —Más allá de las frases aprendidas, Tisbea, ¿hay algo en ti que seas sólo tú?
Tisbea. —Tengo frío.
La muñeca de papel. —«Es tan corto el amor y es tan largo el olvido», ¿eso qué significa? «Nada tiene que ver el dolor con el dolor», ¿eso qué significa? «Yo digo una cosa por otra», (risas), ¿eso qué significa?
Tisbea. —¿A dónde quieres llegar?
La muñeca de papel. —Estás sola de ti. Cuéntame algo, por favor. Algo que no haya sido dicho. Dime una palabra recién nacida de ti, una palabra engendrada en tu piel y que tenga el color de tus ojos.
Tisbea. —¿En qué creo?
La muñeca de papel. —Yo creo que tienes frío porque no has removido las ascuas de tu fondo. ¿Te parece difícil?
Tisbea. —¿Una palabra recién nacida de mí?
La muñeca de papel. —Es lo más difícil. ¿Puedes ver cómo la luna pinta escamas de agua debajo del puente? Di la luna.
Tisbea. —Es lo más difícil. Pero mis manos han memorizado la forma de unas manos que sembraron mi nostalgia…
La muñeca de papel. —Di la luna.
Tisbea. —Esas manos encajaban en las mías como si yo las hubiera modelado. El olvido no existe. El amor es muy largo.
La muñeca de papel. —Di la luna.
Tisbea. —Sólo creo en la memoria de mis manos.
La muñeca de papel. —¿Y la luna?
Tisbea. —Mis manos ronroneaban sobre sus mejillas. Yo lamía las hebras de su pelo con las lenguas de las yemas de mis dedos.
La muñeca de papel. —¿La encontraste?
Tisbea. —Estaba en una gota de sudor que corría por su sien hasta sus ojos. Estaba en sus párpados cerrados. La luna estaba entera en la redondez de su sonrisa. Rodaba, juguetona, por la sinceridad desnuda de sus brazos.
La muñeca de papel. —La luna temblaba como el filo del agua que anunciaba tu deshielo. ¿A dónde vas?

Se ha levantado de la silla para abrir las ventanas al paisaje de la noche. La oscuridad exuda una tibieza recién inventada y ella, la mujer-objeto-de-estudio, abre, uno a uno, los blindajes de su abrigo. Señores científicos: el observador que escribe estas notas ha visto cómo Tisbea se despoja, antes de empezar a hablar en una lengua sedienta e irreconocible.

Tisbea. —Una palabra engendrada en mi piel y que tenga el color de mis ojos.
La muñeca de papel. —¿A dónde vas?
Tisbea. —Quiero apagar el frío, Cataluna. Abriré las ventanas palmo a palmo.

CGG-H
(Salamanca, 20-05-10)

1 comentario:

milagros11 dijo...

MI Cata
La busco y la encuentro, la oigo pero no la veo.
mejor un cafecito con especiales.

Seguidores