huyó lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura.
—Francisco de Quevedo—
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
—Gustavo Adolfo Bécquer—
Todo cambia. Si digo “todo cambia” me contradigo, en efecto, pues cambiará también la afirmación que certifica un cambio tan rotundo. Contradicciones aparte, todo cambia. Todo cambia pero eso ya lo dijo, de una manera menos contradictoria, Heráclito cuando habló de su famoso río. Y digo Heráclito como si a alguien le importara Heráclito a estas alturas de la historia en la que su nombre sólo es mencionado como un eslogan de culturalismo popular.
Ellos. —¿La tenemos de vuelta? ¿Qué dice?
No importa si le doy o no la razón a Heráclito, sólo importa si me doy la razón a mí misma porque estoy cansada de los argumentos de autoridad. ¿Qué sabía Heráclito sobre nada, a fin de cuentas? ¿Acaso sintió, alguna vez, cómo duelen las manos frías en el frío?
Ellos. —Sí. La tenemos de vuelta. Ha sido un largo viaje. Tisbea, ¿puedes escucharnos?
[La escena es la siguiente: un grupo de homo sapiens vestidos con trajes de fibra sintética —¿son buzos? ¿Son astronautas?— rodea una caja de paredes translúcidas en cuyo interior se adivina una figura de homo sapiens hembra. La caja está conectada a equipos de alta tecnología que ofrecen información constante sobre el estado fisiológico-sicológico-afectivo del objeto de estudio. Hace mucho tiempo el objeto de estudio entró en aquello que los científicos —entrevistados por este narrador extradiegético no omnisciente— llaman estado de suspensión o, lo que es lo mismo, situación de paso no deseado a la dimensión cotidiana de la realidad que excluye las visitas a la intemporalidad de los sueños, la otredad y la ficción. Llevamos mucho tiempo esperándola de vuelta, pero parece que su vida en la superficie la mantuvo distraída de soñar durante muchos días. Esperamos que el experimento no resulte afectado por esta larga ausencia].
Ellos. —Tisbea, ¿Puedes escucharnos?
Heráclito se equivocó. Pero tal afirmación constituye un lugar común en este tiempo en el que todas las revoluciones contraculturales ya han sucedido. Todas menos una, por supuesto. Todas menos la del tiempo al revés. Heráclito, entonces, no se equivocó aunque yo desearía que se hubiera equivocado. Sólo en la física newtoniana el tiempo puede ser negativo, pero en la vida real el tiempo nunca va hacia atrás.
La muñeca de papel. —Te equivocas, Tisbea.
Tisbea. —¿Me hablas a mí? ¿Dónde estabas?
La muñeca de papel. —Esperándote. Debajo de la almohada. ¿Por qué tardaste tanto?
Tisbea. —¿Cuánto tiempo ha pasado?
La muñeca de papel. —Bastante.
La razón es entrópica. O termodinámica. Una cuestión de clinamen. Una desviación que hace que los sistemas tiendan todos al desorden y que, por tanto, impide que las cosas vuelvan a ser como fueron. Creo que te comprendo cuando dices que me equivoco. Sé que estás pensando que el tiempo puede ir hacia atrás en la memoria. Pero la memoria saca eventos del pasado y los pone en el presente sin hacer que el tiempo, el auténtico tiempo… ¿cuál es el auténtico tiempo?
Ellos. —Tisbea, ¿Puedes escucharnos?
Lugares comunes. Tengo llena la boca de lugares comunes. Culturalismo popular y lugares comunes. ¿Has leído a Lucrecio? Dijo cosas parecidas a las que dijo Heráclito. No puedo resistirme a los argumentos de autoridad cuando me salen tantos lugares comunes por la boca, como hormigas, sucede así: abro la boca y digo, zas, un lugar común, que tampoco tendría nada de malo si lo dicho encontrara su lugar en el mundo. Pero nada de lo dicho encuentra su lugar en el mundo cuando el tiempo no es el auténtico tiempo y el tiempo sólo es auténtico cuando tú estás aquí. Cuando tú estabas aquí. Cuando los lugares comunes de mi boca visitaban los lugares comunes de tu boca y, así, entre besos y palabras, éramos más fuertes.
Ellos. —Sigue hablando. La tenemos de vuelta. Tisbea, ¿Puedes escucharnos?
¿Por qué tiene que ser tan difícil? El tiempo, ¿por qué tiene que ser tan difícil? Antes, ayer, cuando yo recién nacía de las manos de quien me amaba (¿me amas todavía?), las horas no existían en ninguno de los relojes que lanzamos, a dueto, por la ventana. ¿Lo recuerdas? Los relojes cayeron al río de Heráclito y, entonces, todo fue redundante. Todo fue absurdo. Todo estaba completo. Era nuestra eternidad, ¿lo recuerdas?
La muñeca de papel. —Lo recuerdo.
Pero tenía que llegar, como siempre llega, la entropía con su larga hoz a cambiarlo todo. Entonces Heráclito dijo sus palabras sobre el río y mi vida se quedó vacía de ti, vacía de tantas cosas que se fueron contigo. ¿Qué sabía Heráclito sobre la añoranza? ¿A quién le importa lo que dijo Heráclito?
Ellos. —Intervengan al objeto de estudio. El modo delirante debe ser evitado durante el experimento. Tisbea, ¿puedes escucharnos?
Yo amé esa tarde que cayó en una noche con sonido de pájaros. Yo amé la luna quieta sobre nuestras bocas que cantaban, a coro, sus lugares comunes. Yo amé la inocencia de aquello que sólo una vez sucedió por vez primera. Algunas cosas cambian salvo el frío de mis manos. ¿Qué pasa con mis manos?
Ellos. —Aumenten la temperatura en el interior de la caja. Tisbea sigue teniendo frío. La tenemos de vuelta, no dejen de cuidarla.
Mi nombre es Tisbea nacida de tus ojos pues sólo soy Tisbea cuando tú me miras. El frío de mis manos me hace invisible. Señores científicos, ¿soy oída? Heráclito era un humorista. Lo del baño imposible en el mismo río puede entenderse si tenemos en cuenta que los ríos del siglo veintiuno han perdido toda su transparencia. Pero, a pesar de todo y de las cuentas que no son regresivas, ¿es posible algún retorno? Tal vez, esa pregunta tampoco es importante. Señores científicos, ¿soy oída?
Ellos. —Tomamos nota, Tisbea, te escuchamos.
Permanecen, en el cambio, las fases de la luna. Permanecen mi añoranza y mi modo de mirar la lluvia detrás de todos los cristales. Señores científicos, cuando todo cambia mucho, puede volver al mismo sitio. Ahora estoy aquí. ¿Puedo intentar la contracultura de pensar el futuro como una forma de pasado? ¿Puedo intentar la contracultura del olvido de futuro sin ponerme pesimista? Mi futuro es el pasado hacia el que camino, en círculos de memoria, hacia nuestro lugar común, hacia el espléndido tópico de las manos que se rozan, que se abrigan, que alguna vez y para siempre, se encontraron. Señores científicos, ¿soy oída?
Ellos. —Te escuchamos.
Tisbea. —¿Puedo esperar aquí hasta que regresen todas las golondrinas? ¿Puedo ponerme un par de guantes mientras tanto?
CGG-H
(Salamanca, 13-05-10)
lo fugitivo permanece y dura.
—Francisco de Quevedo—
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
—Gustavo Adolfo Bécquer—
Todo cambia. Si digo “todo cambia” me contradigo, en efecto, pues cambiará también la afirmación que certifica un cambio tan rotundo. Contradicciones aparte, todo cambia. Todo cambia pero eso ya lo dijo, de una manera menos contradictoria, Heráclito cuando habló de su famoso río. Y digo Heráclito como si a alguien le importara Heráclito a estas alturas de la historia en la que su nombre sólo es mencionado como un eslogan de culturalismo popular.
Ellos. —¿La tenemos de vuelta? ¿Qué dice?
No importa si le doy o no la razón a Heráclito, sólo importa si me doy la razón a mí misma porque estoy cansada de los argumentos de autoridad. ¿Qué sabía Heráclito sobre nada, a fin de cuentas? ¿Acaso sintió, alguna vez, cómo duelen las manos frías en el frío?
Ellos. —Sí. La tenemos de vuelta. Ha sido un largo viaje. Tisbea, ¿puedes escucharnos?
[La escena es la siguiente: un grupo de homo sapiens vestidos con trajes de fibra sintética —¿son buzos? ¿Son astronautas?— rodea una caja de paredes translúcidas en cuyo interior se adivina una figura de homo sapiens hembra. La caja está conectada a equipos de alta tecnología que ofrecen información constante sobre el estado fisiológico-sicológico-afectivo del objeto de estudio. Hace mucho tiempo el objeto de estudio entró en aquello que los científicos —entrevistados por este narrador extradiegético no omnisciente— llaman estado de suspensión o, lo que es lo mismo, situación de paso no deseado a la dimensión cotidiana de la realidad que excluye las visitas a la intemporalidad de los sueños, la otredad y la ficción. Llevamos mucho tiempo esperándola de vuelta, pero parece que su vida en la superficie la mantuvo distraída de soñar durante muchos días. Esperamos que el experimento no resulte afectado por esta larga ausencia].
Ellos. —Tisbea, ¿Puedes escucharnos?
Heráclito se equivocó. Pero tal afirmación constituye un lugar común en este tiempo en el que todas las revoluciones contraculturales ya han sucedido. Todas menos una, por supuesto. Todas menos la del tiempo al revés. Heráclito, entonces, no se equivocó aunque yo desearía que se hubiera equivocado. Sólo en la física newtoniana el tiempo puede ser negativo, pero en la vida real el tiempo nunca va hacia atrás.
La muñeca de papel. —Te equivocas, Tisbea.
Tisbea. —¿Me hablas a mí? ¿Dónde estabas?
La muñeca de papel. —Esperándote. Debajo de la almohada. ¿Por qué tardaste tanto?
Tisbea. —¿Cuánto tiempo ha pasado?
La muñeca de papel. —Bastante.
La razón es entrópica. O termodinámica. Una cuestión de clinamen. Una desviación que hace que los sistemas tiendan todos al desorden y que, por tanto, impide que las cosas vuelvan a ser como fueron. Creo que te comprendo cuando dices que me equivoco. Sé que estás pensando que el tiempo puede ir hacia atrás en la memoria. Pero la memoria saca eventos del pasado y los pone en el presente sin hacer que el tiempo, el auténtico tiempo… ¿cuál es el auténtico tiempo?
Ellos. —Tisbea, ¿Puedes escucharnos?
Lugares comunes. Tengo llena la boca de lugares comunes. Culturalismo popular y lugares comunes. ¿Has leído a Lucrecio? Dijo cosas parecidas a las que dijo Heráclito. No puedo resistirme a los argumentos de autoridad cuando me salen tantos lugares comunes por la boca, como hormigas, sucede así: abro la boca y digo, zas, un lugar común, que tampoco tendría nada de malo si lo dicho encontrara su lugar en el mundo. Pero nada de lo dicho encuentra su lugar en el mundo cuando el tiempo no es el auténtico tiempo y el tiempo sólo es auténtico cuando tú estás aquí. Cuando tú estabas aquí. Cuando los lugares comunes de mi boca visitaban los lugares comunes de tu boca y, así, entre besos y palabras, éramos más fuertes.
Ellos. —Sigue hablando. La tenemos de vuelta. Tisbea, ¿Puedes escucharnos?
¿Por qué tiene que ser tan difícil? El tiempo, ¿por qué tiene que ser tan difícil? Antes, ayer, cuando yo recién nacía de las manos de quien me amaba (¿me amas todavía?), las horas no existían en ninguno de los relojes que lanzamos, a dueto, por la ventana. ¿Lo recuerdas? Los relojes cayeron al río de Heráclito y, entonces, todo fue redundante. Todo fue absurdo. Todo estaba completo. Era nuestra eternidad, ¿lo recuerdas?
La muñeca de papel. —Lo recuerdo.
Pero tenía que llegar, como siempre llega, la entropía con su larga hoz a cambiarlo todo. Entonces Heráclito dijo sus palabras sobre el río y mi vida se quedó vacía de ti, vacía de tantas cosas que se fueron contigo. ¿Qué sabía Heráclito sobre la añoranza? ¿A quién le importa lo que dijo Heráclito?
Ellos. —Intervengan al objeto de estudio. El modo delirante debe ser evitado durante el experimento. Tisbea, ¿puedes escucharnos?
Yo amé esa tarde que cayó en una noche con sonido de pájaros. Yo amé la luna quieta sobre nuestras bocas que cantaban, a coro, sus lugares comunes. Yo amé la inocencia de aquello que sólo una vez sucedió por vez primera. Algunas cosas cambian salvo el frío de mis manos. ¿Qué pasa con mis manos?
Ellos. —Aumenten la temperatura en el interior de la caja. Tisbea sigue teniendo frío. La tenemos de vuelta, no dejen de cuidarla.
Mi nombre es Tisbea nacida de tus ojos pues sólo soy Tisbea cuando tú me miras. El frío de mis manos me hace invisible. Señores científicos, ¿soy oída? Heráclito era un humorista. Lo del baño imposible en el mismo río puede entenderse si tenemos en cuenta que los ríos del siglo veintiuno han perdido toda su transparencia. Pero, a pesar de todo y de las cuentas que no son regresivas, ¿es posible algún retorno? Tal vez, esa pregunta tampoco es importante. Señores científicos, ¿soy oída?
Ellos. —Tomamos nota, Tisbea, te escuchamos.
Permanecen, en el cambio, las fases de la luna. Permanecen mi añoranza y mi modo de mirar la lluvia detrás de todos los cristales. Señores científicos, cuando todo cambia mucho, puede volver al mismo sitio. Ahora estoy aquí. ¿Puedo intentar la contracultura de pensar el futuro como una forma de pasado? ¿Puedo intentar la contracultura del olvido de futuro sin ponerme pesimista? Mi futuro es el pasado hacia el que camino, en círculos de memoria, hacia nuestro lugar común, hacia el espléndido tópico de las manos que se rozan, que se abrigan, que alguna vez y para siempre, se encontraron. Señores científicos, ¿soy oída?
Ellos. —Te escuchamos.
Tisbea. —¿Puedo esperar aquí hasta que regresen todas las golondrinas? ¿Puedo ponerme un par de guantes mientras tanto?
CGG-H
(Salamanca, 13-05-10)
No hay comentarios:
Publicar un comentario